15 de abril de 2009

+ Letras, alas y blancos

Me pasé la noche haciéndolas grandes como lunas,
la madrugada haciéndolas pequeñas como gotas,
y mezclándolas todas queriendo resolver mis dudas,
me encontré tu nombre que respondía todas mis preguntas

Un día en la ventana me pareció verte entre nubes,
las formas eran absurdas pero hermosas,
y aunque formaran hoyos y rayitos de luces,
seguías destacándote como una abeja entre las rosas

Así te imaginé entre un panal de blancos,
había nubes como miel acariciándote las alas,
y entonces, sobre ese caos, ordenaron los altos mandos,
dibujarme un ángel que me acompañara en las buenas y en las malas

Entonces te construiste de mis letras desordenadas,
de las alas de abejas que en su panal tienen morada,
y de los blancos que hacen de nubes perfectas almohadas,
sólo para revelarme que nunca te encontraré en otra mirada...

Como si volando entre la nada, le hubiese hallado a mi amor un hada...

12 de abril de 2009

+ Cielo y caminante

Caminando casi descalzo sobre piedras y arena,
me pregunto qué forma tendrán las nubes en cada paso,
mis pies tiemblan como contra el piso una faena,
es como si te estuviera dibujando en el ocaso

Y yo sueño crear con el aire que respiro, un lazo...

Que confiese ese mismo aire que te anhelo,
que no olvido aún el día en que te conocí,
que antes de ello todo era un constante flagelo,
pero que todo cambió con tu primera sonrisa por mí...

Si tan sólo supieras que mi felicidad depende de un sí...

Llegué a pensar que como ese cielo cambiante que veía,
era mi corazón, haciéndose diferente de los demás,
pero es hoy cuando miro la noche y con cabeza fría,
pienso que como las estrellas en ella, no debería dejar de dibujarte jamás...

Sé que aún puedo esperarte un millón de latidos o más...

8 de marzo de 2009

+ Bogotá es más que del género femenino (y una extensa reflexión)

En una conversación que en estos mismos momentos tengo con una amiga, me cuenta que fue, por segunda vez y en menos de un mes, víctima de la inclemente y aparentemente invisible presencia maligna, que seduce a los habitantes de este exquisito vividero.

Ésta vez fue el celular. Afortunadamente no hubo heridas más allá de la causada en su condición paisa-regionalista, la de quien viene a comprobar mitos, que irónicamente creen verdaderas para nosotros, pero se les convierten en realidad a estos colombianos de la ciudad de la eterna primavera.

Pensando en los hechos que me han rodeado los últimos días (sin entrar en detalles), llegué a la, para mí genial, conclusión de que Bogotá es una excelente, por no decir que la mejor representación de la mujer (me referiré sólo a las del tipo heterosexual, porque las del otro bando sí que son más que un enigma). Pues como le dije a mi amiga: "Hermosa pero maldita ciudad (...) por eso amo este vividero". Y por eso me son tan indispensables las mujeres, de las que hace no mucho empecé a entender cómo sobrevivir en su campo de batalla, donde la técnica no es ni estar a la ofensiva, ni estar a la defensiva, sino estar pero no estar. La frase daría la impresión de que un idiota hubiese acabado de meditar sobre el tema, pero no, ¡es brillante! ¿Por qué? Sencillo. Es como cuando en una guerra hay una gran coalición contra unos pobres, pequeños y azotados países, entonces la mejor posición -no desde el punto de vista imparcial y justo-, es mantenerse en la gran coalición que de seguro vencerá, pero sabiendo mover las fichas correctas.

En resumen, no hacer casi nada. Es estar ahí, dar la cara, pero al momento de deber entrar en acción, zafarse de ello con la disculpa de que hay cosas más importantes que hacer, o en las cuáles pensar. Es, por experiencia propia, el mejor trato que ellas pueden recibir, y parecería mentira.
Lo digo también porque durante años, me he pasado días y noches matándome la cabeza, inventándome todo tipo de maromas que yo creía que podían hacer feliz a fulanita, o le iban a dar una buena impresión a sutanita... Pero no, ese no es el camino.


Me preguntaba por qué aquellos que cualquier ser humano racional, con más de dos dedos de frente catalogaría como idiotas, imbéciles, ridículos, absurdos, chicos malos, etc. tenían un abrumador éxito con el género femenino. El mismo por el que yo pasaba horas enteras acomodando las mejores palabras y decírselas a una de sus dignas representantes. Y después de tanto tiempo, y con cierta rabia, me vengo a dar cuenta que la respuesta es de lo más sencilla: los tipos eran unos hijueputas . Y eso a ellas, las mata.


Mientras uno crece leyendo libros que guarden algún tipo de moralidad, de distinción entre el bien y el mal, de ideas que lo conviertan en un romántico o un soñador, estos "exitosos" tipos viven la vida sin esos dogmas, sin ese paradigma acerca del raciocinio femenino que uno suele armarse en la cabeza, donde la conclusión más compleja y acertada que se logra es: son raras. Bah.


Y yo, dándome cuenta de la realidad desde hace un tiempo, era reacio a cambiar mi pensar y mi actuar, defendiéndome con excusas puritanas, verídicas en la utopía, pero totalmente disfuncionales en la práctica. En esta sarcástica realidad.
De todas formas y sin ser más específico, concluyo acerca de esta extensa reflexión, que mi cambio radica básicamente en ser sutilmente indiferente y diplomáticamente hp. Porque ellas son felices. Al comienzo el cambio duele, y debe ser algo así como lo que siente Neo al descubrir Matrix, pero es casi que eso, una realidad no tan bien formada, tenebrosa y hasta peligrosa, pero de algún modo lógica.

Y así es mi ciudad, mi exquisito y ardiente vividero. Un lugar donde la hijueputez diplomática y la indiferencia sutil nos permiten una vida relativamente tranquila, con altibajos más leves y menos frecuentes, con sustos mínimos y que, además, nos permiten conocer un poco del inframundo, morder un pedacito de la exclusividad, pero más que nada conservar nuestra dignidad casi intacta y pasar deliciosamente desapercibido a través de sus más interesantes lugares; como pasa, o debería pasar con la mujer.

Así que me quedo en tu suelo Bogotá, símil de perfecta feminidad, advirtiéndote que si algún día te dejo, no será por otra -o tal vez sí por un tiempo, lejos-, pues sabes que cuentas conmigo para aprobar tu cómodo y descarado ambiente, y para no soportar tus quejidos, pero sí curar todo aquello que te aterra; como a las señoritas.

Instantánea Fe de erratas
No por todo esto dejaré de escribir mis usuales poemas y sus muy sentidos versos, porque como cualquier buen colombiano sé que acabaré diciendo: "pa' qué, pero se los merecen". Háganme sufrir todo lo que quieran, incluso entre más lo hagan, más frecuentemente me leerán. Pero eso sí, tengan moderación ("con cariño"). Todo fue una linda reflexión y espero le sirva a más de uno, por ahora todo apunta a que es un método eficiente. O(1).

17 de febrero de 2009

+ Mi Oferta

Te dice que te extraña y se aflige por ello,
te dice que te ama y lo repite sin causa,
¿y quién es él, que te compra con palabras?
no le vendas el tiempo a la costumbre...

Te compró un trozo de soledad con un beso,
supuestamente porque lo había perdido todo,
tal vez en brazos de otras ilusiones,
tal vez en un arte que no hablaba de ti...

Pero, ¿te dijo acaso que se robó la luna,
sólo para hablarle de ti en las noches?
¿Te compró acaso un día sin lluvia y tan azul,
que podías sentirte en un océano del cielo?

Te lo ruego, no me exijas extrañarte,
déjame ver tus ojos y del amor enseñarte
que no hay forma más dulce de enamorarte,
que comprarte trozos de miradas e intrigarte...

15 de febrero de 2009

+ Boreal

Me duelen las manos, la garganta y el ombligo,
me suenan hasta las uñas cuando las veo
y hasta me encuentro a veces saboreándome la espalda;
incluso he de retorcerme demasiado para gemir por este faraónico dolor

y en los puntos cardinales del cuerpo, habitas el norte...

Mas si me preguntan qué hay de mi alma,
me respondo y les respondo que no es física
y por ello no hay ni una tangible caricia
ni un mundano furor que le pueda invadir

y eres mi insoportable dolor boreal...

Soy tan inmune al tacto, que pierdo la noción de tus palabras,
pues por ilógico que suene, prefiero a veces,
oír con mis manos y no con mis orejas que atienden necedades,
eres a veces tan vacía, que me llenas el olvido,

haces que hasta me invente nuestros recuerdos...

¿No te miras en el espejo y te reclamas atención?
Pareciera que tus siempre disponibles palabras
fueran un eterno desorden de rellenos de ideas,
como la inmunda redundancia que me produces al oírte consolarme