10 de noviembre de 2006

+ Un encuentro memorable

¡Nunca pensé verte aquí! Olvido, querido amigo mío, ¡eres irreconocible! Vaya que has cambiado... ¿Recuerdas aquella vez que te discutimos y prometí no recordarte ni buscarte nunca más? Pues heme aquí producto de la incertidumbre. Sí, lo sé. Siento mucho verte ya envejecido e ignorado por tantos que ambos conocemos, pero bueno, tengo la fortuna de ser el primero que te recuerda, Olvido. Pero créeme que ésta vez mi juramento es ser fiel a tu esencia a tu lado y espero que el tuyo sea el mismo con una sola condición: que me sigas y adviertas de mis errores, no al contrario porque no quisiera vivir de corregir el pasado, esos recuerdos.

Quiero que seas una sombra, no sólo en el sentido de ser el incansable reflejo de mis actos, sino también que cuando no se vislumbre luz alguna, en la noche, hagas parte del firmamento, existiendo en todas y cada una de las estrellas que fueron en su totalidad promesas que nosotros mismos hicimos aquel día en que tu amigo, fiel traidor de tus ideales, visitó un cuarto de mi alma y creó una imagen que por obvias razones llegué a amar lo suficiente como para suicidar los temores en un sólo instante, que habitaban como errores no cometidos en el seno de mis tristezas. Ellas lloraban su propia muerte aquel día en que tu amigo descubrió un velo que jamás quisiera haber movido en el pasado. ¡Ahora recuerdo! Que bueno que no hayas llegado antes Olvido, así podemos borrar juntos toda imagen de aquella hermosa mujer que nubló nuestra amistad hasta ayer, cuando mis ojos vieron como el velo abierto, entrada a infinitas y efímeras felicidades, se desvanecía y un vacío totalmente inútil se creaba ante mí, sin estar tú presente. Tal vez es mejor así.

Fueron aquellas promesas las que cegaron por completo el anhelo que buscaba soluciones en un infinito absolutamente vacío e inestable, cuando ya un sentimiento había abarcado el pequeño universo imaginario y finito que se había convertido en lo único que mis ojos podían ver, mi corazón podía sentir y mi alma podía recrear en sueños transformádose en pequeños mundos que habitan aquel espacio indescifrable; es infinito y desconocido si se está afuera, en uno incluso más amplio que supone felicidades pasajeras, pero es finito y soprendente si vives y recorres aquel paraíso que muchos considerarían el éxtasis de sus sueños, mas otros considerían el Némesis de sus desgracias y razones de vida rotas por el fracaso y la desilusión.


Javier Santiago Lozano C.

No hay comentarios.: